ANTROPOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN ADVENTISTA
El hombre es un ser creado por Dios a su semejanza. En el momento de la creación le fue concedida la semejanza de Dios Creador en las distintas manifestaciones de su estructura personal: física, mental, espiritual y social .El hombre es un ser cuya personalidad comprende una unidad pluridimensional. Un ser individual, singular, indivisible y libre, provisto de voluntad y responsabilidad. El hombre es un ser potencial, histórico-temporal y en permanente devenir.
La contingencia del hombre implica su existencia precaria, su finitud, su temporalidad, y motiva su apetencia de lo eterno. El hombre es constitutivamente materia y espíritu en indisoluble unidad, y siendo espíritu, aspira a algo más. En rigor, el tema de Dios no se presenta al hombre como recurso, sino como necesidad esencial de su naturaleza humana, la que tiene demandas que no pueden ser satisfechas exclusivamente en nuestra relación con otros seres contingentes, sino que se establece como reclamo de algo trascendente o absoluto.
Así, el cristianismo nos da una visión grandiosa del hombre, este nuevo ser que aparece en la creación como coronación de la misma y llamado a una relación de señorío frente al resto de los seres. En esta particular vinculación radica su dignidad. Como peregrino en una vida que es tránsito hacia otra más auténtica, debe ser educado con miras a su real destino, la patria celestial.
Todos los sistemas educativos debieran estar fundados, administrados de acuerdo con una sólida filosofía de la educación. La filosofía y propósito de la educación adventista articulan y acentúan la singularidad de las instituciones educativas adventistas en todos los niveles.
¿Cuál es la actitud característica de la iglesia hacia la educación y sus problemas? ¿Cuáles son los propósitos y los objetivos que la iglesia espera lograr con tal educación? ¿Cuáles son los medios por los cuales se han de alcanzar los propósitos y objetivos? La respuesta a estas preguntas constituye la filosofía adventista de la educación. Esta filosofía requiere un concepto claro del origen del hombre, de su naturaleza y de su destino.
La manera en que se prepare el programa de instrucción educativa, y la forma en que la misma esté funcionando, serán evidentemente determinadas por la filosofía de la educación que se adopte. Los tipos de escuelas y colegios a ser establecidos, su ubicación, la clase de maestros que se tenga, el programa de estudios y los libros de texto a emplearse, las actividades espirituales, el programa industrial, la vida social y recreativa, el programa diario, el aspecto financiero y hasta el funcionamiento de la biblioteca, son determinados por el concepto de la filosofía de la educación que se sostenga.
El hombre fue creado por Dios como una persona viviente, un ser único. Es la unión del polvo de la tierra con el espíritu de Dios, es un ser indivisible, complejo y total, diferente a cada uno de los elementos que intervinieron en su creación. Tenía un carácter que desarrollar, un sentido de identidad, autoconciencia, auto-concepto y autoestima; facultades físicas (condiciones físicas, vigor y salud), intelectuales (percepción , pensamiento e inteligencia y creatividad), espirituales (poseedor de afectividad, libertad de acción, búsqueda inherente de un significado para la existencia, el sentido de responsabilidad moral, la expectativa de una justicia futura, el libre albedrío, anhelo de trascendencia, necesidad de Dios, creatividad, discernimiento, conciencia, voluntad, responsabilidad y benevolencia, sensibilidad y aprecio de lo bello) y sociales (interacción con Dios y el prójimo, responsabilidad cívica, compromiso y espíritu de servicio, respeto a la diversidad cultural).
Dios creó sólo dos sexos: varón y hembra y se preocupó, mediante el dictado de leyes específicas de insistir en las diferencias específicas entre ellos y de regular sus relaciones.
Forma parte de un orden natural, familiar y social y de relación con Dios. En el orden natural fue colocado por Dios como mayordomo de la creación y le fueron dadas leyes para regular su relación con ella para establecer una relación sustentable. En el orden familiar, el matrimonio fue establecido por Dios y se establecieron derechos y deberes que permitieran regular estas relaciones., la promulgación del Decálogo y del mandamiento de amor al prójimo. En el orden espiritual se establecieron derechos y deberes que permitieran el amor a Dios, su servicio y adoración. Y se ofreció al hombre su posibilidad de restauración mediante el plan de salvación.
El hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza. La idea de que el hombre es una criatura formada a la imagen y semejanza de Dios incluye todos los aspectos de su ser. Algunas de las características que forman parte de la imagen de Dios son: la apariencia física, su especial relación para con Dios, vivir en armonía con sus semejantes, poseer una capacidad intelectual que puede distinguir entre el bien y el mal, comprender la finalidad o misión de su vida, tener identidad personal, libertad de decidir y actuar en armonía con sus decisiones, capacidad de una vinculación especial con el poder normativo de Cristo, poseer una individualidad, una facultad de pensar. Su dependencia y su especial relación y su imagen en él, le permitían que su naturaleza estuviera en armonía con la voluntad de Dios, su mente fue capaz de comprender la verdad divina. Sus afectos eran puros, su razón estaba en armonía con ellos era santo y se sentía feliz
El hombre tiene el privilegio de ser copartícipe de la creación a través de sus facultades reproductoras en un contacto de amor y privilegio exclusivo del matrimonio.
El hombre debe vivir en perfecta relación con el Hacedor, pues de otro modo no puede expresar la plenitud de su ser. Sin embargo, debido al uso equivocado de su libre albedrío el hombre perdió la capacidad de responder por sí mismo adecuadamente al llamado divino.
Se preocupó, mediante el dictado de leyes específicas de insistir en las diferencias específicas entre ellos y de regular sus relaciones. Como resultado, perdió el control sobre sí mismo y el mundo y, en muchos aspectos, quedó sujeto a éste.
Desde la perspectiva bíblica, el pecado y sus resultados han afectado la naturaleza humana alterando profundamente la imagen y semejanza de Dios en ella:
· perdió el sentido de la vida
· su visión espiritual se oscureció‑ su capacidad mental disminuyó
· sus afectos fueron transformados
· su vida social fue profundamente alterada
· su ser físico pertenece a la muerte
· se alteraron sus ideales
· se alteraron sus procesos de valoración: es capaz de llamar bien al mal y al mal bien, debido a que su marco de referencia es defectuoso.
Sin embargo, aunque la imagen divina plasmada en el hombre fue fracturada y distorsionada, no ha sido destruida. El hombre sigue siendo sujeto y no objeto. Sigue teniendo libertad de decisión y responsabilidad. Sigue siendo persona.
La Biblia enseña el camino de la reconciliación extendida al hombre por su Creador. El camino de regreso comienza en el punto de partida: la criatura debe reconocer su actual condición y su necesidad de dependencia del Creador.
La obra de redención realizada por Cristo debe restaurar en el hombre la imagen plena de su Hacedor, volviéndolo a la perfección con que fue creado y promoviendo el desarrollo del cuerpo, la mente, lo social y lo espiritual, a fin de que se lleve a cabo el propósito divino de su creación.
Las personas son valoradas supremamente no por su condición circunstancial presente, sino por lo que pueden llegar a ser, porque fueron creadas a imagen de Dios y porque la voluntad de Dios es restaurarlas plenamente.
Concebimos al hombre como un ser inteligente (en permanente cambio y capaz de perfeccionarse), libre (con capacidad de autonomía dentro de un marco de acción), social (que vive en sociedad) y dotado de espiritualidad (trascendente y en continuo perfeccionamiento).
La trascendencia y la perfectibilidad del hombre y su caída en el pecado lo hacen un ser histórico, inmerso en la cultura con la que tiene que contar para su crecimiento, teniendo necesariamente que trascenderla a través de los procesos del conocimiento.
El hombre, por su imagen divina oscurecida, es de suyo perfectible y, por ende, educable. Siendo limitado, aspira a lo absoluto; siendo mortal, aspira a la inmortalidad.
La educabilidad o formatividad junto con la historicidad del ser humano es la condición primordial del proceso educativo. La educabilidad perfecciona lo específicamente humano, esto quiere decir que las capacidades de pensamiento, inteligencia, razón y de volición son la manifestación de esta posibilidad humana, lo que explica el poder de adquisición de saberes y de perfecciones éticas o virtudes.
La educación es un proceso para restaurar al educando. Está dirigida hacia la unión de lo que es y lo que puede llegar a ser.
jueves, 28 de mayo de 2009
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Marcelo, que grande seria si colocas las citas que sostienen todo lo que afirmas, te animo, hazlo pronto
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