FINES DE LA EDUCACIÓN ADVENTISTA
El fin último de la educación adventista es animar a los estudiantes a ser los hijos de Dios por medio de los cuales son preparados para funcionar exitosa y gozosamente en este mundo actual, con la anticipación de un servicio mayor en el mundo venidero. Las metas más específicas son intelectuales, vocacionales, estéticas, físicas, sociales, religiosas y morales.
Los fines específicos de la educación adventista incluyen: (1) la formación del carácter, (2) la Biblia como un fundamento para todo curso, (3) cursos regulares de Biblia en todas las escuelas, (4) construcción de escuelas en ambientes rurales, (5) animar a los estudiantes a hacer obra misionera, (6) combinar el trabajo agrícola e industrial con el trabajo académico, (7) enfatizar el trabajo y la obra misionera antes que los deportes y el entretenimiento, (8) un completo entrenamiento académico, (9) administración escolar democrática, (10) la producción de hombres y mujeres que estén dispuestos a hacer lo correcto.
El proceso formador se centra en un conjunto de valores que constituyen la orientación de nuestra filosofía al proceso educativo, específicamente al establecimiento de sus fines. En la educación adventista, concebimos los fines de la educación como sinónimos de los fines de la vida y la educación como el instrumento para realizar una filosofía viviente, la filosofía educacional bíblico-adventista.
Esto no puede resultarnos extraño, dado que toda idea educativa envuelve un problema filosófico, esto es, se parte de una premisa que es su doctrina en tomo al hombre: su esencia, naturaleza, origen y destino. Efectivamente, toda teoría sobre la formación del hombre presupone una concepción de la vida humana, una idea acerca de la naturaleza profunda del hombre y de su destino.
Preguntar por los fines de la educación es colocarse en el terreno de la antropología filosófica, puesto que tales fines son determinados por la idea que se tenga acerca del hombre. Además, deben apuntar a lo que es deseable lograr en el hombre. Según algunos filósofos contemporáneos (4), el punto de partida para una filosofía de la educación es la formulación de una definición de educación, tarea de suyo difícil y compleja.
El fenómeno educativo implica que se transmite algo valioso, algo que se considera deseable, lo cual involucra también un compromiso con este algo valioso. Si educar es transmitir algo valioso, hay implicado en ello un logro, un alcanzar los fines propuestos. De esto se desprende la necesidad de un total compromiso de todos los agentes educadores con los valores que el acto educativo postula. Para lograr este propósito, el currículum cristiano debe proveer un ambiente sumergido en dichos valores, a fin de que se hagan carne en el educando como un modo de vida elegido libremente. Por supuesto, tal ambiente favorable debe ser construido en forma explícita en cuanto a su intencionalidad, aunque por su misma condición de ambiente abarque buena parte del "currículum implícito". De esta manera, si se quiere alcanzar efectivamente los fines del proceso educativo, todos quienes participan en la comunidad escolar deberán estar empapados de los valores subyacentes a dichos fines, de modo que los vivencien de verdad.
No hay educación sin idea de fin. Toda educación se orienta para alcanzar un objetivo mediato o inmediato. Siempre supone un estado que se quiere alcanzar y que es distinto del que se tiene originariamente. Por cierto, los fines particulares de la educación son innumerables, pero todos ellos han de estar siempre subordinados al fin general. Este fin general depende, como ya señaláramos, de la concepción de la vida, del sentido de la existencia humana, de la opinión que se tenga acerca de los valores.
La importancia de los fines radica en que nos ayudan a ver la meta a la cual apuntar, a ver hacia donde dirigir nuestros esfuerzos; en otras palabras, nos aclaran lo que es realmente valioso de lograr. ¿Y qué es lo más valioso de lograr en el proceso educativo cristiano? ¿Desarrollar el intelecto o el carácter, o quizá perfeccionar el cuerpo? A la luz de la concepción de educación ya citada, todos los aspectos del hombre deben merecer igual atención, ninguna capacidad debiera ser enfatizada en desmedro de otra(s). Por otra parte, se abre una gran disyuntiva. ¿Transmitir lo que es valioso para el niño o para el educador?
Ciertamente, nuestra concepción trascendentalista de la vida y de la educación nos lleva a buscar la respuesta en las Sagradas Escrituras. Proverbios 22:6 nos da una respuesta clara: el educador es quien señalará el camino. El niño no está en condiciones de ponderar lo que es de veras valioso y deseable. Por tanto, debe ser educado.
Sintetizando, educar debe ser para nosotros proponer lo valioso al niño y darle las herramientas cognitivas y espirituales para que en definitiva tome sus propias decisiones y escoja su personal camino. Sin embargo, como educadores cristianos no podemos jamás renunciar a poner el fundamento de la Palabra de Dios en el desarrollo de las personalidades en formación, pues la exhortación divina es categórica. Lo valioso, en consecuencia, es el conocimiento de Dios y de su voluntad. Y lo deseable es que cada ser humano entregue su voluntad al Altísimo, en una elección libre, auto-generada. Educar es, entonces, desde la perspectiva de la filosofía educacional adventista, capacitar para escoger los caminos trazados por la Divinidad y para que se haga aquello para lo cual fuimos traídos a la existencia: glorificar a Dios.
La misión del sistema educacional cristiano abarca:
1 Restaurar en la vida de los educandos la imagen del Creador.
2 Ofrecer a todos los niños, adolescentes y jóvenes una educación adventista integral y de calidad, a través de las unidades educativas de la Iglesia.
3 Preparar profesionales para servir a la Iglesia, ya sea como obreros o como dirigentes de las iglesias
4 Preparar administradores de las instituciones educacionales y profesores cristianos de alto nivel profesional, que estén integrados con la filosofía y los objetivos de la educación adventista, capaces de transmitir a Ios educandos la visión, misión, filosofía y valores de la misma.
Los Objetivos de la educación adventista
Los objetivos finales de la educación adventista, implícitos en lo que ha sido dicho concerniente a la naturaleza de la realidad, del hombre, del conocimiento y de los valores, son: llevar a cabo dentro del estudiante todo lo que se espera que debe llegar a ser, un hijo de Dios; prepararlo para el gozo del servicio a la humanidad en el mundo de hoy, en anticipación de un servicio aun más amplio en el mundo del futuro. Los objetivos específicos pueden clasificarse como religiosos, intelectuales, ocupacionales, estéticos, físicos y sociales.
Objetivo y misión: la educación adventista prepara a las personas para la utilidad y la alegría ; vidas plenas que promueven la amistad con Dios, el desarrollo integral de la persona, los valores fundamentados en la Biblia y el servicio altruista, de acuerdo con la misión adventista del séptimo día en el mundo.
Conquista de los objetivos: Las instituciones educacionales adventistas buscan alcanzar sus objetivos por medio de tres caminos simultáneos: (1) La influencia impelente del conocimiento, el discernimiento, Ia razón y la comprensión que son los resultados que se esperan del programa escolar; (2) mediante la influencia del ejemplo de las vidas del cuerpo académico y de la mayoría de los estudiantes; (3) por las normas y reglas sostenidas por la institución que, como mínimo, requieren conformidad de parte de todos los alumnos.
Ninguna organización, grande o pequeña, secular o religiosa, educativa o social, profesional o gubernamental, resistirá mucho tiempo en el cumplimiento de sus propósitos, a menos que sus líderes estén en armonía con su filosofía básica y estén comprometidos con la consecución de sus objetivos.
El carácter cristiano y el compromiso religioso están entre las más importantes calificaciones ocupacionales para desempeñarse en una escuela o colegio adventista. Sólo un profesor cristiano puede articular clara y persuasivamente las posiciones adventistas cuando chocan con las posiciones sostenidas por otros intelectuales. Sólo un profesor cristiano satisface las demandas de un colegio adventista, porque sólo él puede interpretar la relación que existe entre las posiciones que descansan principalmente en la fe, y las que descansan principalmente en la evidencia empírica.
Los estudiantes no son admitidos ni mantenidos en la institución si demuestran un profundo antagonismo hacia los ideales, objetivos y programas de la institución.
La comunidad institucional debe estar compuesta de profesores que, en la institución y fuera de él, sean verdaderamente lo que enseñan y de estudiantes que estén llegando a ser lo que están aprendiendo.
Objetivos generales
a. Fomentar la cooperación entre los padres, los educadores, la institución educacional y los miembros de la iglesia.
b. Velar por la enseñanza de las Escrituras Sagradas, que es el fundamento del sistema educacional adventista.
c. Promover los principios de la verdadera educación, establecidos en los escritos de Elena G. de White, teniendo en vista una educación integral.
d. Animar a los estudiantes a aceptar a Jesús como Salvador, consagrándole su vida sin reservas y cultivando una amistad diaria con él
e. Incentivar el desarrollo integral y armonioso de los estudiantes, teniendo en cuenta las dimensiones física, mental, espiritual y social de cada uno de ellos, tomando como ejemplo el desarrollo equilibrado de Cristo (Lucas 2:52).
f. Orientar y capacitar a los estudiantes para que procuren el objetivo principal de la educación, a saber, desarrollar un carácter noble, que se asemeje al del Creador, alcanzando todo el potencial como criaturas de origen divino.
g. Estimular a los estudiantes a desarrollar un pensamiento informado, independiente y responsable, para que puedan tomar decisiones basadas en los principios bíblicos.
h. Enseñar a los alumnos a apreciar lo noble, lo bello y lo justo, y a sobreponerse a todo lo que es impuro e indigno.
i. Transmitir a los educandos los principios de la buena salud, incluyendo una clara comprensión de las normas higiénicas y de la buena alimentación, así como del empleo del tiempo libre destinado a la recreación y los ejercicios saludables.
j. Ayudar a desarrollar en los educandos el concepto de la dignidad del trabajo y el perfeccionamiento de las habilidades, preparándolos para los deberes prácticos de la vida diaria y para escoger sabiamente su vocación profesional.
k. Enseñar a los estudiantes a tomar parte activa en, y apoyar la misión evangelizadora y restauradora que Jesucristo confió a la iglesia.
I. Incentivar a las instituciones educacionales para que ayuden a los estudiantes a cumplir sus responsabilidades como miembros del hogar paterno, preparándolos al mismo tiempo para la futura formación de sus hogares.
m. Capacitar a los estudiantes a ser ciudadanos útiles a la patria, la familia, la sociedad y a la Iglesia.
n. Animar a los estudiantes a prepararse para una educación continua durante la eternidad con Dios.
jueves, 28 de mayo de 2009
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